Papa Francisco: “Dios perdona siempre; el hombre perdona, a veces. La Tierra no perdona nunca”
En su vigoroso discurso a la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición, el Papa Francisco urgió a todos los gobiernos y ciudadanos del mundo a «pensar en la hermana y madre Tierra, pensar en el planeta» para evitar que se agraven los desastres ecológicos pues, «como me dijo una vez un amigo: Dios perdona siempre, los hombres a veces, la Tierra no perdona nunca».
El Papa fue recibido en la sede de la FAO por su director general, José Graziano da Silva y por la directora general de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan. El Santo Padre saludó también a la Reina Doña Letizia, cuya intervención había precedido a la suya.
Aunque el tema central de su discurso era la atención a la persona hambrienta, el Papa añadió numerosos comentarios al margen del texto escrito para subrayar la responsabilidad de todos en la protección del medio ambiente, al que llamaba afectuosamente «la hermana y madre Tierra».
Su referencia a los problemas ecológicos y a las conferencias de Perú y Francia terminó en un apasionado llamamiento a «cuidar la hermana Tierra, la madre Tierra, para que no responda con la destrucción».
La intervención del Papa sobre el tema central puso el dedo en la llaga de algunos problemas atroces como el impacto de las guerras en la creación de hambrunas. Francisco advirtió que, en general, «las relaciones entre las naciones están demasiado a menudo dañadas por la sospecha recíproca, que a veces se convierte en formas de agresión bélica y económica, socava la amistad entre hermanos y rechaza o descarta al que ya está excluido. Lo sabe bien quien carece del pan cotidiano y de un trabajo decente».
Advirtió también que «hoy día se habla mucho de derechos, olvidando con frecuencia los deberes; tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre». El Papa denunció que «la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la ‘prioridad del mercado’ y por la ‘preminencia de la ganancia’, que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera».
En un comentario práctico que arrancó los aplausos de todos los delegados, el Papa comentó que «mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. ¡Nos pide dignidad, no limosna!».
Recordó también que ya su predecesor san Juan Pablo II comentó en la Primera Conferencia Internacional sobre Nutrición, celebrada en 1992, la «paradoja de la abundancia», consistente en que «hay comida para todos, pero no todos pueden comer; mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos».
El Santo Padre invitó a superar «tantos sofismas sobre el hambre» y, sobre todo, «la falta de solidaridad», añadiendo al margen del texto: «Solidaridad. Tenemos la sospecha de que quieren sacar la palabra del diccionario». Su comentario desató otro rotundo aplauso.
El Papa se despidió invitando a la comunidad internacional a escuchar el llamamiento de esta Conferencia y considerarlo «una expresión de la común conciencia de la humanidad: dar de comer a los hambrientos para salvar la vida en el planeta».
Después de su intervención, el Santo Padre mantuvo un encuentro con los empleados de la FAO y fue acompañado por el director general hasta su automóvil, un Ford Escort azul oscuro, el vehículo más pequeño de los que se veían en el patio.
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