El
general Marcos Pérez Jiménez, quien por diez años fungirá como el hombre fuerte del 24 de noviembre de
1948 , fue
junto con su hermano mayor Juan, de los más aplicados y sobresalientes
oficiales egresados de la escuela militar de Venezuela en el primer quinquenio
de los años treinta del pasado siglo.
Marcos
Pérez Jiménez, quien siguiendo los pasos de su hermano mayor, ingresó a la
escuela de formación de oficiales en 1931, se destacó siempre como el primero
en los estudios, lo que le otorgó un liderazgo indiscutido entre sus compañeros
de curso. Sin embargo una circunstancia poco conocida estuvo a punto de
frustrar su carrera castrense, y paradójicamente fue el general Eleazar López
Contreras ministro de Guerra y Marina del general Juan Vicente Gómez, quien se
las ingenió para desatender una instrucción del recio jefe de Estado y lograr
mantener al cadete Pérez y a su hermano Juan, ya subteniente, dentro de la
institución castrense.
El
hecho, que hubiera cambiado el rumbo de la historia , tuvo que ver con las andanzas
del hermano menor de la trilogía de los Pérez, Francisco, quien a diferencia de
los otros dos no sintió atracción por la carrera militar y termino encaminando
su vocación hacia el estudio y el ejercicio del derecho. Siendo muy joven, en
1934, Francisco Pérez Jiménez, fue contactado en la fronteriza población de
Cúcuta, por un exiliado venezolano el Dr. Manuel Antonio Pulido Méndez, quien
convenció al párvulo estudiante, de introducir a Venezuela de manera
clandestina propaganda contra el gobierno del General Juan Vicente Gómez.
El
inexperto Francisco Pérez Jiménez, es detectado en una alcabala del Táchira y
se le decomisan los panfletos entregados por Pulido Méndez. Al abrir las
autoridades las averiguaciones sobre el detenido, se establece que el mismo
tiene dos hermanos integrados a la institución militar el subteniente Juan y el
cadete Marcos, el propio dictador, celoso como era del control del ejército, se
impone de la situación, y en la cuenta con su ministro de Guerra y Marina
general Eleazar López Contreras, le solicita información sobre los Pérez
Jiménez militares, y lo conmina a excluirlos de las filas de la institución,
alegando según sus propias palabras que no eran “buena hierba”.
El
ministro López Contreras, frente al requerimiento inquisidor del dictador le
manifiesta que “los dos jóvenes eran buenos oficiales y no había queja de ellos
y además le señaló, usted ha dicho que quiere un ejército técnico formado por
buenos militares de escuela, y esos dos muchachos han hecho un esfuerzo grande,
Juan, el mayor es un subteniente muy apreciado, y el menor que es Marcos,
términó este año sus estudios en la academia como el primer alumno”. Gómez,
insiste en la orden de darlos de baja, pero no quiere restar autoridad al
general López en quien ha delegado el conocimiento de los asuntos militares, y
finalmente le deja en el aire una advertencia: “ya verá que si usted no acata
mi instrucción, el tiempo le demostrara que yo tengo razón”.
López
Contreras, utilizando la discrecionalidad que el dictador le ha delegado para
implementar su orden, opta por proteger la carrera de sus dos paisanos
tachirenses, preservando de esta manera la permanencia y ascenso del futuro
dictador en las filas de la institución castrense. En 1952, luego del grotesco
fraude que contra el resultado electoral de las elecciones convocadas para
elegir una Asamblea Nacional Constituyente, perpetrará el ahora general Pérez
Jiménez, quien dará inicio a una dictadura represiva y abierta; el Dr. Manuel
Antonio Pulido Méndez, quien se desempeñaba como embajador del gobierno militar
ante el Vaticano, renunciará públicamente expresando su desacuerdo con el
escamoteo electoral cometido.
Al
llevarle su ministro de Relaciones Interiores Laureano Vallenilla Planchart, el
texto de la misiva del diplomático renunciante, el recién iniciado dictador
recordará el episodio que tuvo a punto de sacrificar su carrera militar
diciéndole “Ese Pulido estuvo a punto de interrumpir la carrera de mi hermano
Juan y la mía, al encomendarle unos papeles comprometedores, en Cúcuta, a
Francisco, el menor de nosotros. El muchacho fue arrestado y enviado a la
cárcel. Se abrió una averiguación, Juan y yo estábamos en Maracay, ignorantes
de todo aquello. El general Gómez, dispuso darnos de baja, pero López Contreras
abogó por nosotros, nuestra conducta había sido siempre irreprochable. El asunto
concluyo allí, usted comprenderá que no puedo guardar un buen recuerdo de
Pulido Méndez”.
Cuando
el general López Contreras, fue detenido, enviado al exilio, requisado
humillantemente en Maiquetía y luego confiscados sus bienes, tras el golpe
cívico-militar del 18 de octubre de 1945, cuyo cerebro castrense fue el mayor
Marcos Pérez Jiménez, debió seguro recordar la advertencia que con toda su
zamarrería le hiciera el General Juan Vicente Gómez, al verlo defender con
encono y demostrar renuencia a cumplir la orden de excluirlos del ejercito “Ya
verá que si usted no acata mi instrucción, el tiempo le dirá que yo tengo
razón”.
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