Por:Carlos Capriles Ayala
En junio de 1948, el
presidente Rómulo Gallegos viajó a los Estados Unidos en visita oficial. Allá
se encontraba, tratando de detener el avance de la tuberculosis que lo llevaría
a la tumba antes de un año, el teniente coronel Mario Ricardo Vargas. El y Delgado
eran los militares en quienes confiaba Gallegos como soportes de su gobierno,
pues conocía bien las virtudes civilistas de ambos. Algunos voceros
acciondemocratistas, en especial Betancourt, en su libro Venezuela política y petróleo , pretendieron exonerar a Vargas de su participación
en el golpe militar del 24 de noviembre. Lo falso de tal afirmación se
desprende de los ineludibles hechos: cuando Mario Vargas regresa al país el 20
de noviembre, lejos de entrevistarse con Gallegos o Betancourt, primero se
reúne con sus compañeros militares, quienes le exponen la situación. Rehúsa
hospedarse en otra parte, y se queda en el Ministerio de la Defensa, en el
mismo despacho del ministro, donde se hizo instalar una cama de campaña. Luego,
firmó sin reservas el acta por la cual se constituyó la Junta Militar de
Gobierno y nunca negó su completa solidaridad con sus compañeros de armas.
Solamente el 23 de noviembre acude por la noche a visitar a Gallegos y a la
salida de tal entrevista se cruza con Giacopini Zárraga, quien anda buscando a
Betancourt, como correveidile entre civiles y militares, en una infructuosa
gestión mediadora. Al paso, en una breve charla, le habla de lo conversado con
el Presidente y, al igual como lo había hecho Delgado Chalbaud, le manifiesta a
Giacopini lo inútil de toda mediación ante el obnubilado Presidente. Poco
después de franquear el dintel de la quinta Marisela, en Los Palos Grandes,
Mario Vargas se cruzó con el mayor Oscar Tamayo Suárez, comandante de las
Fuerzas Armadas de Cooperación. Este había sido convocado por el presidente
Gallegos en un intento de obtener la solidaridad de alguna de las Fuerzas
Armadas. Conversaron breves instantes y Vargas le dice: 'Tamayo, esto no tiene
otra salida sino el golpe de Estado. El presidente Gallegos no quiere reconocer
la realidad que vive el país. Hable con él y se convencerá de lo que le digo'.
Otra atestación que
refrenda la actitud de Mario Vargas frente al golpe militar lo da Jorge Dáger.
Como él mismo se califica, es un 'testigo de excepción', pues era entonces
secretario juvenil nacional y uno de los pocos líderes adecos que se quedó en
Venezuela para luchar contra la dictadura. Cuenta Dáger que cuando estaban
reunidos en Maracay el comandante Gámez Arellano junto con Valmore Rodríguez,
Luis Lander, Ricardo Montilla y Ramos Jiménez en los preparativos para formar
gobierno en sustitución del de Gallegos, se presentó procedente de Caracas el
comandante José León Rangel con una carta de Mario Vargas para el comandante de
la guarnición. Gámez no se la leyó a sus contertulios, pero éstos le contaron a
Dáger, que al leerla había exclamado: 'A este hombre sí le creo yo'. De
inmediato los civiles fueron apresados y remitidos a Caracas, dejando trunco el
Gobierno de más breve duración en la historia de Venezuela. Es evidente que tal
carta no podía contener sino una exhortación para que Gámez no secundara el
único gesto de insurgir contra el sino.
De esos testimonios
inobjetables surge la evidencia de que a pesar de su grave dolencia, el oficial
deseaba seguir vinculado al nuevo gobierno militar pues no quiso renunciar a su
condición de inspector general de las Fuerzas Armadas, cosa que hubiera hecho
de no estar en un todo de acuerdo con lo sucedido.
Es comprensible, pero sin
duda falsa, esa afirmación hecha por Rómulo Betancourt para exhibir al mayor
Mario Vargas como traidor a la unidad de las Fuerzas Armadas y obviamente,
también inciertas, las opiniones expresadas hace un tiempo en idéntico sentido
por su hijastro Alfredo Coronil Hartman en artículos publicados en algunos
diarios y revistas caraqueñas.
cacapriles@hotmail.com
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