El deceso de la pionera de la radio venezolana se produjo esta mañana a las 8:15 am, en Caracas, en compañía de sus familiares; a los 102 años de edad.
Cecilia
Martínez recuerda varias de sus insólitas historias: su consulta con José
Gregorio Hernández, la censura que le impuso Gómez, un breve romance con Gardel
y su affaire con Pedro Estrada.
Gardel era un tipo envarado, como si se hubiese
tragado un paraguas lo recuerdo muy bien peinado, y bastante creído también…
No hay otra manera de comenzar un texto sobre Cecilia Martínez
que no sea aclarando, desde el primer párrafo, que su historia es increíble. Y
valga también agregar, y que perdonen tan patético lugar común: increíble pero
cierta. Es que no hay otra forma de aproximarse a la vida de esta fantástica
mujer, la que abrió con su voz los micrófonos de Radio Caracas Radio, la que
dio las buenas tardes en el primer programa que transmitió en vivo RCTV, la que
cantó el primer jingle publicitario del país, la primera mujer que se divorció
en Venezuela, la que fue amiga de presidentes, artistas e intelectuales de su
época, la que ruborizó a Gómez, fue cortejada por Gardel y enamoró a Pedro
Estrada, la que vio con sus propios ojos el primer avión que sobrevoló Caracas.
A sus 97 años, que cumplió el 24 de noviembre, cuentos —¡y qué cuentos!— le
sobran a una dama a quien los años parecieran acariciar en lugar de maltratar.
97 años: se dice fácil, pero quién podría imaginar que no habría superado los
cuatro de no ser por la intervención del más célebre médico del país, quien le
salvó la vida en 1917. ¿Quién? José Gregorio Hernández. He aquí la primera de
sus magníficas historias.
Inyección milagrosa
"Mi papá y el doctor Hernández eran muy amigos.
Todoslos días se tomaban un brandicito juntos en la casa. Pero una vez me
enfermégravemente de la garganta. De manera que cuando llegó José Gregorio,
papá hizoque me revisara inmediatamente", recuerda Cecilia Martínez como
si elepisodio recién hubiese ocurrido hace dos días.Lo cierto es que el médico,
apenas vio la garganta de laniña y constató un par de detalles más, salió en
carrera hacia la farmacia dela esquina, sin decir siquiera una palabra. Varios
minutos después regresó conuna jeringa que Cecilia recuerda gigantesca, con una
aguja larguísima como unbrazo. La inyectó en el vientre y le ordenó reposo.
Luego, el doctor Hernándezllamó al papá de la niña y, cuenta ella, le dijo con
toda seriedad: "Si nola inyectábamos hoy, su hija no pasaba la
noche". Tenía difteria. A lamañana siguiente volvió el médico, y así estuvo
controlándola por varios días,hasta que sanó por completo.
Un par de años después Cecilia oyó un alboroto en la
calle. Gritos, gente que corría. Escuchó que habían matado al doctor Hernández.
Al parecer uno de los seis carros que para entonces había en Caracas lo había atropellado.
Ella corrió con la gente a la esquina de Amadores, donde tuvo lugar el
accidente. Llegó y vio un gentío aglomerado. "Pero te imaginarás que como
yo era una niñita, enseguida los adultos me sacaron y no me dejaron ver
nada", recuerda.
Mordaza Gómez
Pasó el tiempo y a Venezuela llegó lo último de la tecnología
mundial: la radio.
Improvisadamente, ella terminó siendo protagonista en
la primera transmisión que salió al aire de la YV1BC, luego Radio Caracas
Radio. El espacio se llamaba La hora de la canción. Mientras su tío tocaba la
guitarra ella cantaba. Era una suerte de guardia musical en vivo. Hace una
pausa, respira hondo y aparece ante nosotros la bella adolescente de aquella
época, que canta tal como lo hiciera hace ochenta años: "'Quisiera amarte
menos, no verte más quisiera, librarme de esta hoguera que no puedo resistir,
es cruel este cariño que no me da descanso, sin ti la paz no alcanzo, y lejos
no sé vivir'…ésa fue la primera canción que interpretamos".
Aquel debut le ganó las simpatías de los dueños de la estación,
y muy pronto recibió un ofrecimiento que no pudo rechazar: cantar el jingle
publicitario de un popular jabón de la época. Ella ni sabía lo que era un
jingle. Pero aceptó. Entonces tenía que ir a la estación seis veces al día para
cantarlo en vivo. Carraspea un par de veces y vuelve a entonar la publicidad
que entonces hacía: "Suspirando está en el baño Ana María de La Luz,
porque ella quiera bañarse con John Laud. Y su madre no concibe, que Ana María
de La Luz quiera meterse en el baño, con John Laud. Mamita, mamita,prepárame un
ataúd, si tú no me dejas bañarme con John Laud". Ella termina y uno tiene
que aplaudirla.
Enseguida agrega: "Pero Gómez la prohibió
rapidito porque la encontró inconveniente. Claro, en ese tiempo era un
escándalo que alguien quisiera bañarse con un hombre. Imagínate tú: ¡hoy la
gente se baña con el que le dé la gana! ¡Lo que basta es que te lo
presenten!", y ríe alegremente.
Romance de un tango
Algunos años después contrajo su primer matrimonio.
Apenas tenía veinte días de casada cuando a la ciudad llegó el ídolo del
momento de quien, lógicamente, ella era fan número uno: Carlos Gardel.
Después de varias presentaciones que había cumplido en
Caracas se organizó un agasajo en su honor la noche antes de que se marchara. Cecilia
Martínez fue invitada junto con su esposo.
El evento se efectuó en el piso alto de un edificio
frente ala Catedral de Caracas, junto a la Plaza Bolívar. Al llegar la ubicaron
en lamisma mesa de Gardel. El cantante estaba en un extremo y ella en el otro.
"Es que me estoy viendo en este momento",
dice con los ojos entreabiertos: "Tenía un vestido de tafetán azul, muy
bello y juvenil". Gardel advirtió enseguida su presencia y ella confiesa:
"Yo creo que desde el momento en que llegamos a esa mesa, Gardel empezó a coquetearme
y yo le coqueteaba también. Él me veía y yo lo veía", y seríe.
De pronto se levanta el argentino y sin quitarle la
mirada camina hacia ella. Llegó a donde estaba y le tocó el hombro al
marido:"Señor, me perdona, pero ¿me daría el honor de bailar con su esposa?".
A lo que el hombre, que estaba hablando de carreras de caballos("que era
lo único que a él le interesaba") responde: "Sí,chico", con toda
despreocupación.
"Entonces Gardel me pone el brazo para que me
levante ya mí me empezaron a temblar las piernas —cuenta Cecilia. Las rodillas
me sonaban como si fuesen bolas de boliche. Yo no sabía ni qué decirle, y le suelto:
'Pero yo no sé bailar tango', y él contesta: 'Conmigo cualquier mujer baila lo
que sea'. Me dejé llevar, iba a su ritmo. No nos dijimos ni una palabra. Él fue
muy atento y respetuoso. Cuando terminamos la pieza volvimos ala mesa. Él me
llevaba del brazo, pero antes de dejarme en la silla me haló hacia él y me
dijo: 'Si yo fuese su marido, jamás la habría dejado bailar con Gardel'".
"¡Dios mío! Me senté temblando de miedo y no
volví a mirarlo más en toda la noche", confiesa. A la mañana siguiente él
voló hacia Colombia, y apenas unos días después falleció en un accidente aéreo.
Quizá, por qué no, Gardel bailó con Cecilia el último tango de su vida.
Hombre de poder
Varios años más tarde, después de haberse convertido
en la primera venezolana en firmar un divorcio, Cecilia Martínez conoció a otro
hombre trascendental para la historia del país: Pedro Estrada. Y no tiene
reparos en confesar: "Nosotros tuvimos un pequeño affaire". De
inmediato aclara que eso ocurrió mucho antes de que él se convirtiera en el
Jefe de la Seguridad Nacional del gobierno de Pérez Jiménez. "Y jamás
entendí por qué cambió tanto".
El hecho es que una vez su hija mayor enfermó de peritonitis.
Cecilia, sola y sin dinero, mandó a buscar ayuda entre sus vecinos para llevar
a la niña a algún hospital cercano. De inmediato se ofreció uno, a quien ella
había visto en múltiples ocasiones pero a quien ni siquiera saludaba: Pedro
Estrada, entonces funcionario del gobierno de Eleazar López Contreras.
"Apenas él se enteró, se comportó de maravilla. Nos llevó a una clínica,
mandó a llamar a un médico importante para que se presentara de urgencia y
operara a la niña, y luego nos dejó un motorizado en la puerta para lo que
necesitáramos. Por si fuera poco, no nos permitió pagar ni un centavo",
recuerda.
"A partir de allí nació una amistad entre
nosotros. Pero luego, cuando cayó López Contreras, él tuvo que salir huyendo
del país. En medio de los disturbios alguien me llamó para pedirme que lo
ayudara y, después de lo que había hecho por mi hija, no pude negarme. Fui
hasta su casa y lo saqué en el carro por la puerta trasera, y lo llevé al
aeropuerto. Así logró fugarse", cuenta.
Meses después recibió una inesperada llamada. El
propio López Contreras le telefoneaba desde Miami: "Cecilia, ¿qué hacemos
con Estrada? ¡Ése hombre está locamente enamorado de ti! ¡Vente para Estados
Unidos!", le propuso. Pero ella no quiso.
Al tiempo, cuando Pérez Jiménez se hizo presidente y
Pedro Estrada regresó como el líder de la Seguridad Nacional, volvió a recibir
una llamada en la que él le decía: "Antes, cuando era un tipo normal, sí
me querías; pero ahora que tengo poder no. No te entiendo". Y ella le contestó
con el corazón: "Precisamente: ahora que eres poderoso no quiero tener
absolutamente nada contigo".
"Yo quería a Pedro como un amigo —afirma—, nada
más. Es que, para decirte la verdad, en ese momento tenía otro romance
pendiente". ¡Caramba! "Ay, mi amor, es que a mí nunca me ha faltado
un roto por descocer".
Fuente:/www.estampas.com
johan_ramirez3@hotmail.com
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