Iraida Bermudez
No
debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y
más feliz.” (Madre Teresa de Calcuta).
“Ama
hasta que te duela. Si te duele es buena señal.” (Madre Teresa de Calcuta.)
Muchas personas confunden la felicidad con el
tener, la opulencia y el éxito, y se olvidan o no piensan que la verdadera felicidad está en el bienestar
que se experimenta en el sentirse bien consigo mismo, y /o/ con los demás como
resultado de un bien hecho, de una relación compartida, en la alegría de una
meta alcanzada, en el nacimiento de un niño, en la alegría de hacer sentir bien
al otro, en otras palabras en <amar y
sentirse amado>. En esto, radica principalmente la felicidad.
La auténtica felicidad es la que el hombre
construye desde adentro de su ser, no hay que buscarla ni en el dinero, ni en
las posesiones, ni en el poder. La felicidad depende de cada uno de nosotros,
es un sentimiento, un estado mental que se alimenta de las relaciones
personales armónicas, de los pequeños detalles que alegren el corazón, del
valor que le demos a las cosas y a las personas con las cuales interactuamos en
el día a día, en sí, en el sentirse querido, amado, estimado, y sobre todo en
<amar> y <darse con autenticidad a la otra persona>
El amor es un sentimiento de carácter universal
que perdura en el tiempo y que hace al hombre <persona>, capaz de ser
colaborador en la construcción de la civilización del amor tan necesaria en
nuestros días. El amor y la felicidad son dos conceptos que aunque se escriben
de manera diferente, uno, está dentro del otro, ambos se complementan: sin
amor, no hay felicidad, el que ama de verdad se siente feliz de amar y de ser
amado. El que ama, busca el bien de todos.
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