191101231206 Serie: "Soldados de la Libertad" El arte de la guerra según Juan Vicente Gómez ~ .

sábado, 10 de mayo de 2014

Serie: "Soldados de la Libertad" El arte de la guerra según Juan Vicente Gómez



 
El arte de la guerra según Juan Vicente Gómez


Si hubo un personaje que marc
ó un antes y un después en la Historia de Venezuela, tiene que ser el General Juan Vicente Gómez. No sólo por su actuación política (fue Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército, alternativamente, por 27 años, entre 1908 y 1935, con singular mano firme), sino por su actuación militar. 

Este aspecto es el que nos interesa.
 

Una de las consecuencias de las tantas
revoluciones que tuvo Venezuela a lo largo del siglo XIX, fue el surgimiento de coroneles y generales que no tenían ninguna formación académica, sino que estaban formados exclusivamente en los campos de batalla y de manera muy rudimentaria; y que llegaron a tener alguna significación política en el país. A este tipo de oficiales se les conocía despectivamente con el apodo de generales chopoe piedra, haciendo alusión a los fusiles rudimentarios (llamados chopos) que usaban en sus alzamientos; y como no tenían municiones verdaderas, usaban piedras pulidas como balas. 

Juan Vicente G
ómez, nacido en la hacienda de La Mulera (Estado Táchira, Venezuela) en 1857 y muerto en Maracay (Estado Aragua, Venezuela) en 1935, fue uno de esos generales chopoe piedra formados en combates fratricidas. Sin embargo, llegó a desarrollar una visión del arte de la guerra que bien se acercó a una formación profesional. 

Imagen
 
Juan Vicente G
ómez 

Conozcamos un poco el historial militar de G
ómez, haciendo énfasis en ciertos acontecimientos para poder explicar su actuación. 

Hasta 1892, G
ómez sólo había sido un próspero hacendado en su estado natal, dedicándose al comercio de ganado. Ese año de 1892, estalló un alzamiento militar denominado Revolución Legalista encabezado por el General Joaquín Crespo contra el entonces Presidente de la República, Dr. Raimundo Andueza Palacio (quien reformó la Constitución para poder reelegirse). Debido a que el movimiento tomó fuerza en la región de Los Andes (zona natal de Gómez), el Presidente Andueza nombró Jefe de Operaciones del Ejército constitucional en las secciones Mérida y Táchira al General Cipriano Castro, estrecho amigo de Gómez. 

 
Castro y G
ómez en 1899 

Castro lo nombr
ó Comisario de Guerra del ejército constitucional, que a pesar del agresivo título, no acarreaba responsabilidad militar alguna: era el encargado de administrar los bienes y provisiones de las tropas en campaña. Castro, entretanto, libró una exitosa campaña en contra de los revolucionarios, derrotándolos varias veces. En la batalla de Colón, el 29 de marzo de 1892, Castro derrotó a los revolucionarios al mando de Eliseo y Pedro Araujo. Gómez participó directamente en el combate, y tanto fue su arrojo que el comandante del batallón de línea, el General José M. González, lo ascendió a Coronel en el campo de batalla. 

A pesar del
éxito de Castro sobre los revolucionarios, en el resto del país éstos habían triunfado: Crespo derrocó a Andueza y tomó el poder. Por tanto, tanto Castro como Gómez tuvieron que partir al exilio. 

El tiempo para la venganza de Castro vendr
ía siete años después, en mayo de 1899, cuando al mando de otra revolución, la Liberal Restauradora, invadió el país desde Cúcuta (Colombia) y en pocos meses logró llegar hasta Valencia (septiembre). Gómez apareció dentro del Estado Mayor de Castro como Segundo Jefe y con el grado de General. La revolución triunfó, y el presidente Ignacio Andrade huyó del país, asumiendo Castro como tal. 

Tiempo despu
és, luego de un breve periodo como Gobernador de su estado natal, en 1901 Gómez es nombrado por Castro como Jefe del Ejército Expedicionario Liberal Restaurador, que se encargaría de sofocar varias rebeliones de generales que en principio habían apoyado a Castro. Gómez derrotó a los revolucionarios en las zonas central y centro-occidental, obteniendo éxitos sólidos hasta que Castro asumió personalmente el mando militar en 1902, en pleno surgimiento de otra revolución: la Libertadora. La batalla de La Victoria (12 al 17 de octubre de 1902) fue particularmente decisiva, puesto que los revolucionarios habían rodeado a Castro en esa ciudad; pero disensiones entre el mando insurrecto y la llegada, desde Caracas, de sucesivos trenes con refuerzos y pertrechos enviados desde Caracas comandados por Gómez y los generales Leopoldo Baptista y Eloy Santander, decidieron la batalla a favor de las fuerzas gubernamentales. 

Castro, de regreso en Caracas, decide enviar a G
ómez nuevamente para sofocar rebeliones en la zona de Guayana, culminando exitosamente en la batalla de Ciudad Bolívar (28 de julio de 1903), donde Gómez sitió la ciudad por tierra y por mar (la ciudad está a orillas del río Orinoco, muy mal vigilado por los revolucionarios) y logró vencer al General Nicolás Rolando. Aun hoy, esta batalla es considerada como el último acto bélico de guerra civil en Venezuela. 

En resumen, Juan Vicente G
ómez participó en veintisiete acciones de guerra; esto, de acuerdo con la afirmación que el mismo Gómez hizo en una carta al General José Manuel (El Mocho) Hernández, en 1911. 
A medida que participaba en acciones b
élicas, Gómez agudizó un sentido de hacer la guerra con verdadera maestría, combinado con su propio carácter, llegando a establecer unas máximas de cómo librar una campaña militar exitosa. En una investigación hecha por uno de sus biógrafos, Tomás Polanco Alcántara, éste encontró dos documentos donde, combinando las ideas expresadas en cada uno, se puede trazar el pensamiento militar de Gómez: se trata de dos cartas, una dirigida al Presidente del Estado Táchira en 1911 y otra dirigida en 1914 a varios generales. 

La s
íntesis de Polanco es interesante, y me permito citar lo expuesto por el autor en su libro Juan Vicente Gómez. Aproximación a una biografía, citando éste a su vez, entre comillas, las frases del propio Gómez: 


El primer criterio es la unidad de mando en la acción, es decir que ella no signifique emulación entre los Jefes que actúen sino un solo deseo, una sola voluntad traducida en unión constante y firme entre los Jefes.

Enseguida
disciplina, actividad y valor, calificadas como virtudes tan necesarias en la guerra.

Supuesto lo anterior se dan dos modalidades importantes: una la de conocer la posici
ón del enemigo mediante espionajes activos e inteligentes que den cuenta verídica de los sitios en donde se halla ese enemigo; la otra reserva y discreción que son el secreto de todos los éxitos y que obligan a mantener la reserva de todos los movimientos para que nadie se entere de ellos.

Esos elementos permiten
apercibirse de todos los planes del enemigo para no dejarse sorprender y sí poder sorprenderlo para darle un golpe decisivo. Los éxitos más seguros en el combate son las sorpresas y como condición esencial de esa labor cuidar, vigilar y reparar tanto las líneas telegráficas como las telefónicas para asegurar las comunicaciones.

El ataque al enemigo, suponiendo esos elementos previos, no debe ser hecho por un batall
ón, que nunca debe entrar a pelear, sino por una compañía dividida en tres cuerpos: por el centro, por la derecha y por la izquierda, cargando siempre por el más débil y al ceder un poco redoblar el empuje. Una compañía es más fácil de acomodar y cuidar que un batallón y así siempre habrá dos de reserva.

La tropa debe actuar
por guerrillas, separados los soldados unos de los otros y observándolos a ver si disparan con la debida puntería tal como yo lo he ordenado en las lecciones. Los jefes deben cuidarse para que puedan dirigir sus operaciones con precisión y acierto y lo mismo deben cuidar a cada jefe de batallón.

En la pelea hay que procurar que el enemigo
bote el parque (dispare inútilmente) y que las propias tropas no lo hagan y para lograr esa finalidad dos buenos oficiales deben vigilar a cada diez hombres.

Cuando el enemigo quede derrotado
hay que perseguirlo sin descanso día y noche hasta destruir o capturar sus fuerzas, es decir, aprovechar los resultados sin pérdida de tiempo.

Ese, dec
ía Gómez, era el mecanismo guerrero que utilizo con éxito y que si ustedes proceden de acuerdo con estas anotaciones el triunfo de nuestras armas no se hará esperar.


Visto este an
álisis hecho por Polanco, y atreviéndome a hacer una clasificación numérica de la exposición, el arte de la guerra según Gómez se componía de los siguientes criterios, en este orden:

1. Mando unificado: cuando G
ómez hablaba de un solo deseo, una sola voluntad. Resulta parecido a lo planteado por los prusianos, en el sentido de tener un Estado Mayor General que dirija a las tropas, y que los comandantes tengan cierta autonomía pero siempre fieles a la autoridad central.

2. Reafirmaci
ón de valores: esto es, hablando en cristiano, reforzar la moral de las tropas con buenos ejemplos de disciplina, actividad y valor. Es curioso notar que Gómez pusiese en primer lugar la disciplina; quizá comprendía que era lo primordial para poder conseguir una tropa bien entrenada.

3. Servicios de Inteligencia y Contrainteligencia: G
ómez siempre usó una red de información que le fue útil, incluso para asegurarse en el poder. 

4. Factor sorpresa: hay algo que G
ómez dice que resulta cierto: Los éxitos más seguros en el combate son las sorpresas. Y más cuando su cuenta con servicios de inteligencia muy buenos. 

5. Uso de la tecnolog
ía: el teléfono era una novedad en Venezuela, y el telégrafo estaba un poco más extendido pero en algunas zonas era inaccesible. Sin embargo, Gómez, para emplear su red de inteligencia, utilizó estos novedosos artefactos (sobre todo el telégrafo, haciendo que las líneas llegasen a lugares remotos del país) no sólo para mantenerse al tanto de los movimientos de sus enemigos, sino para coordinar la acción de combate con sus comandantes. También usó los pocos trenes que existían para establecer una logística impresionante, que le permitía abastecerse de vituallas y municiones. Es decir, Gómez supo aprovechar la tecnología para emplearla en el combate. 

6. Concepto t
áctico de ataque: Considerando la época donde los ataques en masse eran la moda entre los comandantes militares europeos incluso hasta la Primera Guerra Mundial (Nivelle, por ejemplo), Gómez tenía un concepto táctico más avanzado, en cuanto al despliegue de tropas: dividir sus fuerzas en tres grupos más pequeños y móviles, y a su vez éstos subdividirse en guerrillas para una mejor y más rápida acción de combate.

7. Organizaci
ón de las tropas: Polanco nos describe cómo organizó Gómez esos tres grupos de ataque:


Uno de choque, con magnitud y potencia condicionados por la situación del enemigo y cuyo objeto era atacarlo y conocer sus capacidades de reacción; enseguida la vanguardia, poderosa y bien dotada, que completaba la acción de la fuerza de choque; obtenida la victoria, la retaguardia entraba en acción, con la finalidad de perseguir al enemigo derrotado hasta aniquilarlo por completo.


Tambi
én dispuso que hubiese una proporción tropas-oficiales de 10:2, es decir, dos oficiales por diez soldados. Bastante minucioso, por demás. 

8. Uso racional de municiones: Incita a provocar a sus enemigos a malgastar sus municiones, eso s
í, cuidando que sus propios efectivos no hicieran lo mismo. 

9. Persecuci
ón del enemigo: Gómez pensaba que, una vez alcanzada la victoria, no había que perder tiempo en perseguir al enemigo y destruirlo, para evitar que con los restos de las tropas derrotadas se crearan nuevas unidades que pudiesen representar una amenaza a futuro. 

Aunado a esto, G
ómez entendió que tenía ue profesionalizar al Ejército, desplazando poco a poco a los generales chopo'e piedra por oficiales formados en la Academia Militar de Venezuela a partir de 1910  . Así, fue el comienzo de la institucionalización de las Fuerzas Armadas venezolanas. 

G
ómez en 1931 

Como se ve, G
ómez, a pesar de ser un chopo'e piedra, fue un autodidacta en materia militar. 

Fuentes:
 

LOPEZ CONTRERAS, Eleazar. El Presidente Cipriano Castro. Caracas: Colecci
ón Libros Revista Bohemia, número 60, dos tomos. 

POLANCO ALCANTARA, Tom
ás. Juan Vicente Gómez. Aproximación a una biografía. Barcelona, España: Morales i Torres Editores, 2004, 367 págs. 

Nos vemos en el aire!
Sin retos la vida no tendría sentido, y sin riesgos se está después de muerto...
Tom
ás Polanco Alcántara

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