El 22 de Febrero del
2008, se cumplieron 100 años del nacimiento de Rómulo Betancourt. A tal efecto,
se han organizado una serie de homenajes, foros, publicaciones, artículos de
prensa, para analizar su impacto e influencia sobre la realidad venezolana. Al
analizar el contenido conceptual del discurso utilizado en estos actos y
publicaciones, observamos una clara tendencia a la idealización de este
personaje histórico, incluso con preocupantes manifestaciones de culto a la
personalidad y la ausencia notoria de un balance de su trayectoria vital, que
exponga todo lo positivo que realizo por Venezuela y a nivel internacional pero
que también, madura e imparcialmente, analice las naturales insuficiencias de
sus decisiones y acciones y sobre todo que consecuencias positivas
(oportunidades) y negativas (amenazas) dejo su visión y proyecto nación sobre el presente y futuro de Venezuela.
Rómulo Betancourt, fue
un político excepcional que descubrió y vivió a plenitud su vocación
existencial: ejercer la política como instrumento de cambio y desarrollo de un
país y en el ejercicio de esa vocación, diagnosticó y capturó la esencia de la
dinámica política, económica y social de la Venezuela que en la
década de 1920 a
1930, era una nación sumergida en la pobreza y el atraso, conducida por la
dictadura personalista, nepótica y ferozmente represiva de Juan Vicente Gómez,
solidamente apoyada por el ejercito profesional que construyó, importantes
élites económicas y sociales, el miedo y la pasividad de la población y el
apoyo intelectual de los cultores del gran caudillo, del gendarme necesario,
como consecuencia de las insuficiencias y limitaciones de nuestra realidad
nacional a nivel geográfico, cultural y racial. Expuesta esta nefasta
argumentación durante décadas en el siglo XIX y XX y por el mismo Simón Bolívar
en documentos esenciales para justificar el centralismo, el senado hereditario,
la presidencia vitalicia etc., como instrumentos de gobierno necesarios, en
manos de minorías ilustradas, frente a una población con severas insuficiencias
para el ejercicio de la democracia y la plenitud ciudadana.
Nuestra vida colonial, el proceso de independencia y
nuestra evolución como nación, hasta las primeras 3 décadas del siglo XX,
tuvieron el contenido esencial de una cultura política y estructuras
económicas, políticas y sociales, con un claro contenido de antidemocracia,
antidesarrollo y las riquezas y oportunidades del país para unos pocos privilegiados
en el marco de la pobreza, el atraso social ( mas del 60% de analfabetismo ) y
autoritarismo político que condenaba las mayorías del país al subdesarrollo y
la desesperanza.
Pero esta realidad, la dinámica política, económica y
social que era Venezuela en la segunda década del siglo XX, comenzaba a ser
sacudida hasta lo más profundo de su existencia por los efectos de un elemento
que cambió el destino de nuestra nación: el petróleo. Rómulo Betancourt conoce
su vocación, está dispuesto a ejercerla y capta la esencia de un país y sus
características terribles de atraso e injusticia, pero también observa el
formidable instrumento de cambio económico, político y social que es el
petróleo. Con su vocación y voluntad política, el conocimiento de la realidad y
la comprensión del tremendo impacto y potencial de cambio que el petróleo
significaba para Venezuela, Rómulo Betancourt se transforma, a partir de 1931,
en el gran arquitecto, líder y gerente político del siglo XX en Venezuela,
realizando una obra extraordinaria pero dejando también su visión y proyecto
nación deficiencias y amenazas esenciales para el destino de nuestra patria.
En consecuencia, el deber y responsabilidad de la
intelectualidad y la sociedad venezolana como un todo, es realizar el análisis
maduro y responsable que exponga todo el contenido de grandeza de la obra de
Rómulo Betancourt, pero también las insuficiencias y desafíos que su liderazgo,
proyecto nación, acción y gerencia política, significaron y significan para
Venezuela y la incapacidad hasta el presente, 2008, de las elites políticas,
económicas, sociales e intelectuales, para impulsar el necesario cambio
histórico que nos enrrumbe definitivamente hacia la plenitud democrática y el
desarrollo integral frente a las terribles insuficiencias e involución de
nuestro proceso vital como nación, esencialmente a partir de 1983 y el
estancamiento y paralización del proceso de reformas iniciado en 1989, en base
a la profundización de la descentralización y la participación ciudadana, para
dar paso al proceso de polarización política extrema que vive Venezuela desde
1999
Entre 1920 y 1925, ante el impacto mundial del triunfo de
la revolución Bolchevique en Rusia, y las condiciones de explotación y
ventajismo con que operaraban las empresas petroleras extranjeras en Venezuela,
no es extraño que la juventud con vocación política estuviera fuertemente
influenciada por el marxismo-leninismo, tal era la situación de Rómulo
Betancourt, pero con la particularidad de que en la evolución de su existencia
y acción política, cambió de un inicio fuertemente influenciado por el
marxismo-leninismo hacia un proyecto nación democrático, de libertad de
expresión, elecciones universales, directas y secretas y alternabilidad en el
ejercicio del poder, en base a la concertación entre clases sociales y la
realización del cambio y reformas en el marco democrático, como se demuestra
especialmente a partir del plan de Barranquilla en 1931, hasta su retiro de la
política activa en 1972, cuando toma la decisión de no aspirar a la reelección
presidencial luego de haber sido presidente de Venezuela electo
democráticamente en 1958.
Rómulo Betancourt diseñó y realizó un modelo político y
proyecto nación, con un claro contenido de cambio y progreso democrático en
materia de libertad de expresión, conquista del voto universal, directo y
secreto, alternabilidad en el ejercicio del poder, claras políticas
educacionales, sociales, de infraestructura y obras públicas, pero en el marco
de un hiperestatismo, centralismo y el uso de un partido político, Acción
Democrática, como instrumento de promoción, permeabilidad y ascenso social,
apoyo clientelar, ejercicio de funciones de gobierno y control de la
administración pública y de los organismos intermedios (sindicatos, gremios
profesionales, organizaciones campesinas) entre el individuo y el estado, lo
que hoy denominamos sociedad civil.
Rómulo Bentacourt promovió y ejecuto una Democracia
limitada, tutelada por minorías centralistas con claros ingredientes a largo
plazo de estancamiento inevitable involución y peligro de autodestrucción por
las incompatibilidades entre Democracia y centralismo, Democracia e hiperestatismo
y Democracia y un modelo económico basado esencialmente en la renta generada
por un bien, el petróleo, en el marco de la insuficiencia dinámica de la agricultura y la industria y la
ausencia de un verdadero desarrollo empresarial formado en la cultura del
riesgo, el valor agregado y la capacidad de generar calidad y competencia para
ganar y sostener segmentos de mercados de bienes y servicios; sino por el
contrario, creando un marco de hiperdependencia de la sociedad en sus distintas
manifestaciones políticas, económicas, sociales y culturales, del estatismo controlador
de la renta petrolera y los impuestos cancelados por los ciudadanos y
distribuidos dentro de una dañina discrecionalidad de oportunidades y
privilegios, en la formación y ejecución de las políticas publicas, transformándose
el Estado a mediano y largo plazo no en el promotor del desarrollo integral
sino del subdesarrollo y el atraso, de no realizarse las reformas que cambiaran
el contenido de incompatibilidades e insuficiencias del proyecto nación ideado
y ejecutado por Rómulo Betancourt. Este contenido de realizaciones, aportes,
amenazas y desafíos es lo que intentaremos analizar y demostrar a continuación,
exponiendo los grandes aciertos y realizaciones de su obra, pero también las
severas contradicciones y potencial de estancamiento e involución que su modelo
democrático y proyecto nación contienen para el presente y futuro del país y el
propio destino democrático.
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